Cuentini

El Ekeko

Lila tenía un secreto escondido en su bolsillo: una semilla de girasol que su abuelo le dijo que algún día crecería hasta tocar el sol.

Pero ese «algún día» nunca llegaba, y la semilla seguía ahí, quieta, como si esperara algo.

—¿Qué le falta? —preguntó Lila, mirando la semillita en su mano.

—Quizás un deseo —respondió el abuelo, ajustándose el sombrero—. Ven, hoy la Feria de Alasitas está llena de ellos.

Y así, entre el bullicio de risas y puestos coloridos, Lila conoció al Ekeko.

No era alto ni majestuoso como los dioses de los cuentos, sino regordete, con mejillas sonrosadas y los brazos cargados de miniaturas: ollitas, frutas, animales y hasta un pequeño billete verde.

—¿Él hace magia? —susurró Lila, tocando el pie de cerámica del Ekeko.

—La clase de magia que nace cuando crees en ella —dijo el abuelo—. Prueba.

Lila eligió una gallinita de barro y la colocó en la espalda del Ekeko.

—Para que mamá tenga huevos frescos todos los días —pidió, cerrando los ojos.

Al regresar a casa, su mamá salió corriendo del corral:

—¡Lila! ¡La gallina puso el doble hoy!

La niña rió, mirando su semilla de girasol. Quizás los deseos no eran como el sol, lejanos e imposibles de alcanzar.

Quizás eran como el Ekeko: pequeños, cerca, y listos para crecer.

Fin.

Reflexión

Este cuento es más que una historia sobre un dios de la abundancia; es una celebración de la gratitud, la esperanza activa y la magia de los pequeños gestos.

  1. La abundancia como acto compartido:
    El Ekeko no es un genio que concede deseos con solo pedirle. Lila aprende que la prosperidad llega cuando se da antes de recibir (como cuando teje la manta para el Ekeko). La verdadera abundancia no es acumular, sino circular.
  2. Los deseos necesitan raíces:
    La semilla de girasol en el bolsillo de Lila simboliza que los sueños no se cumplen solo por esperar, sino cuando los nutrimos con acción (como ella al elegir la mini gallina). El Ekeko enseña que la fe sin obras está vacía.
  3. Lo pequeño es poderoso:
    Las miniaturas de la feria reflejan una verdad profunda: lo que atrae la prosperidad no son los objetos en sí, sino la intención detrás de ellos. Un grano de maíz puede alimentar un pueblo si se siembra con amor.
  4. El agradecimiento cierra el círculo:
    El cuento evita el mensaje egoísta de «pide y tendrás». En cambio, Lila agradece antes de recibir más. Así, el Ekeko se convierte en un símbolo de reciprocidad, no de milagros instantáneos.

Para los niños (y adultos):

  • Invita a valorar lo que ya se tiene.
  • Muestra que la generosidad atrae más alegría que el acumular.
  • Enseña que la magia está en creer y actuar.

Como diría el abuelo de Lila: «El Ekeko no llena las manos, sino los corazones que saben dar espacio a lo importante».

Este cuento está basado en la cultura popular de Bolivia.

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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