En el corazón del bosque de Tepuy, donde las hojas brillan como esmeraldas y el aire huele a tierra mojada, vivía Akuti, un sapito verde esmeralda con una manchita dorada en la cabeza.
Tenía una curiosidad tan grande como sus saltos… y una terquedad aún más grande.
—¡Las nubes son solo algodón del cielo! —declaraba, pateando una piedrita—. ¡Nadie me convence de que llevan agua!
La iguana Sabina, que sabía mucho de cielos, le dijo:
—Akuti, cuando las nubes se ponen grises, es porque están llenas de lluvia.
—¡Ja! —respondió él, cruzando sus bracitos—. ¿Y si pruebo una?
Pero el bosque tenía otros planes.
Una tarde, mientras Akuti practicaba saltos altísimos (para demostrar que las nubes estaban al alcance de su lengua), el cielo empezó a cambiar.
Las nubes, antes blancas y esponjosas, se apretujaron como un rebaño de ovejas oscuras.
El aire olía a tierra mojada, y los grillos dejaron de cantar.
—¡Ajá! —gritó Akuti—. ¡Se asustaron porque saben que voy a probar que están vacías!
Sin pensarlo dos veces, se agachó, contó hasta tres… y saltó más alto que nunca.
¡Zas! Su boca rozó la nube más baja y…
¡PUM!
Una gota fría y gorda le cayó en la nariz. ¡PLOF! Otra en la panza. Y de pronto…
¡CHAPACHAPACHAP! El cielo se abrió en mil gotas saltarinas.
—¡AUUU! —gritó Akuti, dando brincos—. ¡Está fría! ¡Está mojada! ¡LAS NUBES SÍ TIENEN AGUA!
Los demás animales, escondidos bajo hojas y hongos, lo vieron bailar bajo la lluvia.
Y aunque Akuti estaba empapado, su risa era más fuerte que los truenos.
Desde entonces, cuando las nubes gruñen y el bosque guarda silencio, los sapos cantan primero:
—¡Croac, croac! ¡Cierren las ventanas, que la lluvia ya llegó!
Y si escuchas con atención, quizá oigas a Akuti croando más fuerte que todos… porque a él nadie le gana en contar historias mojadas.
FIN. 🌧️🐸
Reflexión
Este cuento nos recuerda que a veces, para aprender, hay que atreverse a equivocarse. Akuti era terco, pero su curiosidad lo llevó a vivir una aventura que cambió su forma de ver el mundo. La lluvia, que al principio era un misterio, se convirtió en una lección que compartió con todos.
También nos enseña que la naturaleza es sabia y tiene sus propias señales: las nubes oscuras, el olor a tierra mojada, el canto de los sapos… Si prestamos atención, como hicieron los amigos de Akuti, descubriremos que el mundo está lleno de mensajes mágicos.
Y, sobre todo, el cuento celebra la alegría de admitir que no teníamos razón. Akuti no se enojó ni se escondió cuando descubrió su error; ¡al contrario! Lo convirtió en una canción para ayudar a los demás. Porque crecer no es solo saber más, sino tener el corazón abierto para cambiar y compartir.
Este cuento está basado en la cultura popular de Paraguay.