Cuentini

Mainumby, el joyero del viento

En lo más profundo de la selva, donde las mariposas enseñan a bailar a las flores, vivía un colibrí llamado Mainumby.

Sus alas eran grises como la niebla de la mañana, y aunque volaba más rápido que el suspiro del viento, soñaba con ser brillante como el atardecer.

¿Por qué el tucán tiene plumas de fuego y yo parezco una nubecita triste? —preguntaba, revoloteando entre los árboles.

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Una tarde de tormenta, cuando el cielo empezó a retumbar con los pasos de Tupã, el gran trueno, Mainumby vio algo que lo dejó sin aliento: ¡un rayo había partido el cielo en siete colores!

¡Ahí está mi respuesta! —dijo, y sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia las nubes negras.

El viento le jaló las plumas, las gotas de lluvia le golpearon como semillitas, y el rugido de Tupã hacía temblar hasta sus huesos de pajarito. Pero Mainumby no se detuvo.

¡Tupã! ¡Tupã! —chilló, esquivando un relámpago—. ¡Préstame un poquito de tu arcoíris!

El trueno, sorprendido, detuvo la tormenta un instante:
¿Tú, pequeñito, no te asustas de mí?
Tengo miedo… pero más ganas de brillar —confesó Mainumby, temblando.

Entonces Tupã sonrió (con un estruendo que sacudió los árboles) y sopló fuerte. ¡Zas! Un remolino de colores —rosa de amanecer, verde de selva, azul de río— envolvió al pajarito, pintando cada una de sus plumas.

Cuando Mainumby bajó, la selva entera calló de asombro:
¡Parece una joya con alas! —gritó el coatí.
¡Es el valiente que voló hasta el trueno! —susurraron las orquídeas.

Y desde ese día, los colibrís brillan como piedras preciosas, para recordarnos que los sueños más grandes están tras los miedos más oscuros.

Reflexión

Este cuento, inspirado en la sabiduría guaraní, nos enseña que la belleza verdadera nace del coraje. Mainumby no era especial por sus plumas grises, sino por su corazón decidido. Aunque el miedo lo acompañó, no lo detuvo. Y así, su audacia lo transformó en algo más que un pajarito: se convirtió en un símbolo de que los sueños se conquistan con valentía.

También nos recuerda que las recompensas más brillantes no son regaladas, sino ganadas. Tupã no pintó a Mainumby por lástima, sino porque reconoció su esfuerzo. Hoy, cada colibrí reluciente es un mensaje del cielo: «Si algo te ilumina el alma, persíguelo, aunque el camino truene».

Y quizá, la lección más dulce sea esta: nadie es «demasiado pequeño» para cambiar su destino. Las alas de Mainumby medían centímetros, pero su determinación era más grande que la selva entera. 🌿

Este cuento está basado en la cultura popular de Paraguay.

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Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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