Había una vez, en lo más profundo de la selva peruana, un niño llamado Koshi, que amaba mirar el cielo por las noches.
—¡Mamá, quiero jugar con la luna!— decía, señalando el gran disco plateado que brillaba entre los árboles.
—La luna está muy lejos, hijito— reía su madre, tejiendo una manta con hilos de colores.
Pero Koshi no se rendía. Cada noche, saltaba y estiraba sus brazos, tratando de alcanzarla. Hasta que una vez, un colibrí mágico apareció y susurró:
—¡Sígueme, valiente!
El pajarito lo guió hasta un árbol gigante cuyas ramas llegaban al cielo. Koshi trepó y trepó, mientras las hojas brillaban como estrellas. De pronto… ¡Pum! Se encontró flotando en el aire, ¡y la luna estaba justo frente a él!
—¡Hola!— dijo la luna con voz suave—. ¿Quieres ser mi amigo?
Koshi asintió emocionado. Juntos jugaron a:
- Hacer cosquillas a las nubes (que se reían y se volvían algodón de azúcar).
- Perseguir luciérnagas (que dibujaban caminos dorados).
- Balancearse en un rayo de luna (¡como un columpio mágico!).
Pero en la tierra, su mamá lo buscaba llorando:
—¿Dónde está mi Koshi?
El niño, al escucharla, quiso regresar, pero… ¡oh no! El árbol había desaparecido. La luna, viéndolo triste, le dijo:
—Si bajas, no podrás volver a jugar conmigo. ¿Estás seguro?
Koshi pensó en los abrazos de su mamá y en las historias que le contaba al anochecer.
—¡Sí! La extraño mucho— respondió.
Entonces, la luna sopló fuerte, y ¡whoosh! Koshi se convirtió en un rayo de luz que bajó suavemente hasta su choza. Cuando su madre lo vio dormido en su cama, con una sonrisa y brillo en las mejillas, supo que algo mágico había pasado.
Y desde ese día, cuando miras la luna llena, verás una silueta: ¡es Koshi, que a veces visita a su amiga para seguir jugando!
Fin
Este cuento está basado en la cultura popular de Perú.
