Había una vez, en una selva llena de árboles gigantes y flores que cantaban, un niño llamado Koshi, que soñaba con tocar la luna.
—¡Mamá, quiero jugar con esa pelota brillante!— gritaba, señalando el cielo.
—¡Uy, hijito, esa no es una pelota! ¡Es la luna, y está muuuy lejos!— respondía su mamá, tejiendo una manta que volaba con el viento.
Pero Koshi no se daba por vencido. ¡Saltaba como un sapito! (¡Hop! ¡Hop!). Se subía a una roca (¡Uf, qué alto!). Hasta que...
¡Zzzzum! Llegó volando un colibrí mágico, con plumas que brillaban como diamantes.
—¡Sígueme, aventurero!— pió el pajarito.
Koshi corrió tras él hasta un árbol tan alto que parecía un gigante dormido.
—¡Waaa! ¿Podré subir?— preguntó Koshi.
—¡Claro! ¡Usa tus pies de mono!— rió el colibrí.
Y así, trepó y trepó (¡ras, ras, ras!), pasando nubes algodonosas y estrellas que le hacían cosquillas. ¡Hasta que... PUM!
¡La luna estaba ahí, sonriéndole! Era redonda, brillante y tenía una voz como canción.
—¡Hola, Koshi! ¿Quieres jugar?— dijo la luna.
¡Y vaya que jugaron!
- Hicieron piruetas sobre las nubes (¡Zuuuuum! ¡Waaa!).
- Persiguieron estrellas fugaces (¡Shhhiiiing!).
- Y se balancearon en un rayo de luna (¡Swing! ¡Swing!).
Pero de pronto... ¡Oh, no! Koshi escuchó un sonido:
—¡Koshiiiii, dónde estás?— Era su mamá, con la voz temblona.
El niño se puso triste. La luna, al verlo, le preguntó:
—¿Quieres volver? Si bajas, no podrás jugar conmigo todas las noches...
Koshi pensó en los abrazos de mamá, en su sopa caliente y en su manta voladora.
—¡Sí! La extraño mucho— dijo con decisión.
Entonces... ¡WHOOSH! La luna sopló fuerte, y Koshi se convirtió en un rayito dorado que bajó flotando hasta su cama.
A la mañana siguiente, su mamá lo encontró dormido, con polvo de estrellas en el pelo.
—¡Uy, este niño sueña con locuras!— rió, abrazándolo.
Y desde entonces, cuando hay luna llena, si miras con atención... ✨ ¡verás a Koshi haciéndole guiños desde arriba! 🌙
Este cuento está inspirado en la cultura popular de Perú.
