En la selva profunda, vivían dos tigres llamados Leo y Lea. Solían ser los mejores amigos cuando eran pequeños, pero a medida que crecían, surgieron diferencias entre ellos. Sus discusiones se volvieron cada vez más intensas, y finalmente, llegaron a odiarse a muerte.
Leo tenía un pelaje dorado, mientras que Lea era de un hermoso tono de naranja. Ambos eran fuertes y valientes, pero sus personalidades chocaban. No podían soportarse el uno al otro y no había un solo lugar en la selva donde pudieran encontrarse sin que la furia se desatara.
Caminando por la selva, ambos tigres se toparon con un grupo de palomas mensajeras. Las palomas eran conocidas por su habilidad para llevar mensajes a largas distancias. Leo y Lea tuvieron una idea brillante: usarían las palomas para comunicarse sin tener que verse cara a cara.
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Leo escribió un mensaje en un pedazo de corteza de árbol y lo ató a la pata de una paloma mensajera. La paloma voló hacia la guarida de Lea y entregó el mensaje. Lea leyó el mensaje y respondió con otro, que también fue enviado por paloma a Leo.
Durante semanas, Leo y Lea se comunicaron solo a través de las palomas mensajeras. Al principio, sus mensajes eran llenos de enojo y resentimiento, pero a medida que pasaba el tiempo, algo extraño comenzó a suceder. Sus palabras se suavizaron y comenzaron a compartir sus pensamientos y sentimientos más profundos.
Descubrieron que tenían mucho en común y que sus diferencias no eran tan insuperables como pensaban. Se dieron cuenta de que habían perdido a su amigo de toda la vida por peleas sin sentido. La amistad que habían compartido en su infancia valía mucho más que sus desacuerdos.
Finalmente, Leo y Lea decidieron encontrarse en un lugar neutro de la selva, donde las palomas mensajeras los habían estado ayudando a comunicarse. Cuando se vieron, se sintieron incómodos al principio, pero pronto una sonrisa se formó en sus rostros. Recordaron su amistad y el lazo que compartían, que era mucho más poderoso que cualquier desacuerdo.
Ambos tigres se disculparon sinceramente y se perdonaron el uno al otro. Decidieron dejar atrás el odio y trabajar juntos para hacer de la selva un lugar mejor para todos los animales. Juntos, abrieron un santuario donde los tigres y otros animales vivían en armonía.
Reflexión
La moraleja de esta historia es que el diálogo es la clave para evitar el conflicto. Las palabras pueden ser más poderosas que los colmillos o las garras. Leo y Lea aprendieron que, a través de la comunicación y la comprensión, podían superar sus diferencias y recuperar la amistad que habían perdido. En lugar de permitir que la ira los consumiera, eligieron el perdón y la paz, y juntos construyeron un mundo mejor.