Cuentini

El zorro y el cuy

En las altas montañas del Perú, donde las llamas pastan y el viento silba canciones, vivía un zorro colorado muy presumido. ¡Se creía el más astuto de todos!

—¡Ja! Ningún animal puede engañarme— decía, sacudiendo su cola esponjosa.

Un día, vio a un pequeño cuy (¡un conejillo de indias peludito y regordete!) recogiendo habas en su chacra.

—¡Ese será mi almuerzo!— pensó el zorro, y se acercó con su mejor sonrisa (que en realidad era un poco dentona).

—Hola, amigo cuy— dijo el zorro—. ¿Sabes que hoy es el Día de Abrazos Gratis? ¡Ven, dame uno!

El cuy, que era chiquito pero listísimo, vio las orejas puntiudas del zorro moverse de emoción (¡y de hambre!).

—¡Claro, señor zorro!— respondió—. Pero primero, ayúdame a llevar estas habas a mi casa. ¡Son tan pesadas!

El zorro, ansioso por su «abrazito», cargó el saco… sin darse cuenta de que ¡el cuy había hecho un agujero en el fondo! Mientras caminaban, las habas se cayeron una por una, dejando un rastro brillante como migas de pan.

—Oye, cuy— gruñó el zorro—, ¡el saco está cada vez más liviano!

—¡Es que usted es tan fuerte!— dijo el cuy, conteniendo la risa.

Al llegar a una cueva oscura, el cuy gritó:
—¡Aquí vivo! Pero… ¿puede entrar primero? ¡Mi abuelita está cocinando guiso de zorro y le encantará conocerlo!

—¿G-guiso de qué?— tartamudeó el zorro, sintiendo un escalofrío.

De pronto, ¡PLAF! Una lluvia de piedrecitas cayó desde arriba (en realidad, eran alpacas que pisaban fuerte). El zorro, asustadísimo, salió corriendo ¡más rápido que un cóndor en picada!

El cuy, riéndose entre dientes, recogió sus habas y cantó:
—¡Zorrito engreído, por querer burlarte, te asustaste solito y hasta te tropezaste!

Y colorín colorado, este cuento ha terminado… ¡pero el zorro nunca más quiso «abrazar» a nadie!

Este cuento está basado en la cultura popular de Perú.

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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