Cuentini

El Perro de goma

En un pequeño barrio lleno de casas coloridas y jardines soleados, vivía un perrito muy especial llamado Max. Pero Max no era como los otros perros. Mientras que sus amigos ladraban y corrían de aquí para allá, él tenía un secreto que lo hacía único: ¡Max estaba hecho completamente de goma!

Max era un perro muy alegre. Le encantaba jugar con los niños del vecindario, saltar de un lado a otro y sobre todo, dar vueltas y vueltas sin parar. Al ser de goma, nunca se cansaba y siempre podía rebotar sin miedo a lastimarse.

Sin embargo, había una cosa que lo volvía loco: ¡las pulgas! Aunque no eran pulgas de verdad, a veces sentía una picazón extraña en su cuerpo de goma. Y un día, esa picazón fue tan fuerte que Max no pudo evitar rascarse con mucha energía.

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“¡Ay, qué picazón tan molesta!”, exclamó Max mientras se rascaba detrás de la oreja.

Pero lo que Max no sabía era que, siendo un perro de goma, rascarse podía tener consecuencias… un poco extrañas. Mientras seguía rascando y rascando, de repente notó algo raro. ¡Su oreja empezaba a desaparecer!

“¿Qué está pasando?”, se preguntó Max, mirando sorprendido cómo su oreja de goma se borraba poco a poco. Pero antes de que pudiera hacer algo, la picazón se extendió a su espalda. Y claro, Max empezó a rascarse otra vez.

¡Zas! Su cola se desvaneció en un instante. Max se quedó boquiabierto.

“¡Oh no!”, gritó preocupado. “¡Me estoy borrando!”

Max corrió hacia su amiga Clara, una niña que siempre jugaba con él en el parque. Clara estaba pintando con sus acuarelas en el jardín cuando vio al perro llegar a toda velocidad. Pero cuando lo miró bien, se dio cuenta de algo muy extraño: Max no tenía orejas, ¡y tampoco cola!

“Max, ¿qué te pasó?”, preguntó Clara, preocupada.

“¡Me rasqué tanto que me estoy borrando!”, respondió Max desesperado. “No sé qué hacer.”

Clara pensó un momento. “Hmm, si eres de goma, tal vez lo que necesitas es algo que te repare. ¡Vamos a la tienda de juguetes, seguro allí sabrán qué hacer!”

Sin perder tiempo, Clara y Max corrieron a la tienda de juguetes del barrio. Al entrar, los recibió el señor López, el dueño, que siempre tenía una sonrisa y una solución para cualquier problema.

“Hola, Clara. Hola, Max. ¿En qué puedo ayudarlos hoy?”, preguntó el señor López.

Clara explicó rápidamente la situación. “Max se rascó tanto que comenzó a borrarse. ¿Tienes algo que pueda ayudarlo?”

El señor López se rascó la barbilla y sonrió. “¡Claro que sí! Tengo justo lo que necesitas.” Se dirigió a una estantería llena de artículos mágicos y sacó un pequeño frasco con una etiqueta que decía «Pintura Reparadora para Juguetes de Goma».

“Esto hará que Max vuelva a ser como nuevo”, dijo el señor López, entregando el frasco a Clara.

Clara y Max regresaron corriendo a casa. Una vez allí, Clara usó la pintura especial para dibujar de nuevo la oreja de Max, su cola y cualquier parte que se había borrado. Poco a poco, Max volvió a ser el perrito de goma alegre y completo que siempre había sido.

“¡Gracias, Clara!”, dijo Max, feliz de tener su oreja y su cola de vuelta. “Prometo que la próxima vez me rascaré con más cuidado.”

Clara rió y le dio una palmadita en la cabeza. “No te preocupes, Max. Pero si alguna vez te pica otra vez, ¡avísame antes de que te borres por completo!”

Desde ese día, Max aprendió a controlar sus ganas de rascarse. Y cuando la picazón volvía, siempre buscaba a Clara para que lo ayudara. Juntos se aseguraron de que Max siguiera siendo el perro de goma más divertido y único del barrio, sin temor a desaparecer nunca más.

Y así, con su picazón bajo control, Max siguió rebotando por los jardines, feliz de ser quien era, y más agradecido que nunca de tener una amiga como Clara a su lado.

Reflexión

A veces en la vida, nos encontramos en situaciones en las que, por mucho que intentemos resolver las cosas por nuestra cuenta, no lo logramos. Nos sentimos frustrados, como si algo no estuviera bien, pero no sabemos cómo solucionarlo. Es en esos momentos cuando debemos recordar que no siempre tenemos que hacerlo solos.

Max, el perrito de goma, intentó resolver su problema rascándose, pero terminó borrándose poco a poco. Fue solo cuando aceptó la ayuda de su amiga Clara que pudo recuperar su forma y su felicidad. Esto nos enseña una lección importante: pedir ayuda no nos hace menos fuertes o capaces, sino más sabios.

Aceptar el apoyo de los demás nos permite ver soluciones que tal vez no habríamos encontrado por nosotros mismos. Nos recuerda que, al igual que Max y Clara, todos necesitamos de vez en cuando una mano amiga que nos ayude a superar nuestros retos.

Así que, cuando sientas que algo te está «borrando» o te causa frustración, recuerda que está bien pedir ayuda. Juntos, con el apoyo de quienes nos rodean, podemos superar cualquier desafío y seguir adelante con más fuerza que nunca.

 

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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