Querido Cuentacuento,
Te escribo desde el rincón más cómodo de mi imaginación, donde siempre encuentro las mejores aventuras gracias a ti. ¡Eres un verdadero explorador de historias! Cuando tomas un libro y comienzas a leer, es como si te convirtieras en un mago con la capacidad de llevarme a mundos lejanos, donde dragones se hacen amigos de caballeros, donde los ratones venden queso y hasta los árboles hablan. ¡Pero eso ya lo sabes, porque tú me has llevado allí!
Tienes un poder especial, lo admito. No es solo que leas las palabras. ¡No! Es que las vives. Cada vez que te sientas a mi lado con un libro en la mano, puedo ver en tus ojos que no solo lees, sino que viajas.
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Y lo mejor de todo es que me invitas a viajar contigo. ¿Te has dado cuenta de que cuando cambias tu voz, algo mágico ocurre? De repente, el héroe de la historia parece estar frente a mí, hablando directamente, y el villano… bueno, suena tan malvado que hasta me dan escalofríos. ¡Eso es gracias a tu increíble entonación! A veces pienso que podrías ser actor o, mejor aún, ¡un superhéroe cuentacuentos!
A veces, cuando cierras el libro al final de una historia, me quedo mirando al vacío por unos segundos, todavía flotando en ese mundo del que acabamos de regresar. Y es en esos momentos cuando me doy cuenta de algo importante: no todo el mundo tiene un cuentacuentos como yo.
No todos pueden escuchar cómo las palabras cobran vida. No todos tienen a alguien que dedique tiempo para enseñarles cosas importantes: cómo ser valiente, cómo ser amable, cómo ser curioso y cómo enfrentarse a los desafíos de la vida, ¡todo a través de las historias que compartes!
Así que esta carta es para ti, querido cuentacuentos, porque sin ti, los libros serían solo páginas llenas de palabras. Tú eres quien les da vida, quien les pone color, emoción y hasta un poco de misterio. Gracias por cada «érase una vez», por cada «fin», y por todas las carcajadas y lágrimas en el medio.
Gracias por esos momentos en que, a pesar del cansancio, haces un esfuerzo por poner la voz más grave o más aguda, o por dramatizar justo cuando la historia lo necesita.
De verdad, sin ti, leer no sería tan mágico. Gracias por mostrarme que los libros no son solo historias, sino lecciones disfrazadas de aventuras. Y lo mejor de todo es que gracias a ti, ahora sé que yo también puedo ser un cuentacuentos. Algún día, cuando sea grande, leeré para otros con la misma emoción y entrega que tú.
Con mucho cariño,
Tu compañero de aventuras en cada cuento
P.D. ¿Podemos leer otro esta noche? ¡Prometo no quedarme dormido antes del final esta vez!