En la escuela de colores,
Pepito siempre trae flores.
Un día se acerca a su maestra,
con una sonrisa, algo traviesa.
«Maestra, ¿me castigaría usted,
por algo que no hice ayer?»
La maestra lo mira, confundida,
sin saber qué trama su pequeña vida.
«¡No, Pepito, claro que no!
Castigar por eso, no es mi intención.»
Pepito entonces ríe bajito,
y con picardía le dice al oído:
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«¡Qué bueno, maestra, me salvé!
Porque la tarea hoy… no la hice, ¡lo olvidé!»
La maestra suspira, se ríe también,
y dice: «Pepito, ¡hoy te va muy bien!»
Pepito promete portarse mejor,
haciendo su tarea con mucho amor.
Y aunque ese día se libró,
sabe que la próxima no habrá perdón.