Cuentini

Los espantacuervos de Pedrito

Había una vez una finca abandonada en las afueras del pequeño pueblo de Massini. La tierra yacía olvidada, cubierta de maleza y misterios, hasta que una familia decidida decidió darle vida nuevamente. Los González llegaron con grandes sueños y esperanzas, ansiosos por convertir la finca en un próspero maizal.

Pedrito, el hijo más joven de la familia, saltaba de alegría ante la idea de cultivar maíz. Los meses pasaron, y la granja se transformó en un mar de tallos verdes y dorados, el mejor maíz que el pueblo de Massini jamás había visto.

Pero la felicidad de la familia González se vio amenazada por una bandada de cuervos hambrientos que descendieron sobre el maizal. Los graznidos y el revuelo de alas resonaban en la finca, y los González se enfrentaban a la posibilidad de perder su cosecha.

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Pedrito, lleno de determinación, ideó un plan para ahuyentar a los cuervos. Luces brillantes y espejos fueron los primeros en ser instalados, pero los astutos cuervos no se intimidaron. Devoraron el maíz y desafiaron las defensas de la familia.

Desesperados, los González recurrieron a la clásica solución: los espantapájaros. Confeccionaron cinco de ellos, colocándolos estratégicamente en la granja. Sin embargo, los cuervos no tardaron en destrozarlos, ignorando sus brazos de tela y sombreros de paja.

Pedrito, sin rendirse, decidió construir espantapájaros más resistentes, utilizando cauchos de tractor y materiales más robustos. Pero los cuervos continuaban su festín, dejando la esperanza de los González desvanecerse como la luz del atardecer.

La familia, al borde de la desilusión, decidió enfrentar a los cuervos de frente. Se disfrazaron de espantapájaros y velaron por el maizal día y noche. Aunque algunos cuervos se asustaron, otros persistieron en su voracidad.

La situación parecía insostenible, y la familia González comenzó a hacer las maletas para abandonar la granja. Fue entonces cuando la chispa de la creatividad iluminó la mente de Pedrito.

«Vamos a construir espantapájaros, pero esta vez los disfrazaremos de cuervos», anunció Pedrito con una sonrisa traviesa.

Con pintura negra, grandes alas y plumas, los González crearon sus propios «espantacuervos». Cuando los cuervos regresaron, inicialmente se sintieron desconcertados al ver a estas extrañas criaturas. Sin embargo, algo mágico sucedió.

Los cuervos, lejos de sentirse amenazados, comenzaron a volar en círculos, descendían rápidamente y luego se elevaban de nuevo.

En ese instante, la familia González comprendió que los cuervos no eran solo una plaga; también eran seres inteligentes y juguetones. Los cuervos, al reconocer el lugar como un hogar compartido, abandonaron sus instintos agresivos.

La granja de los González estaba a salvo, y la familia celebró con alegría.

Reflexión #1

Al contemplar la próspera granja de los González en Massini, no solo quedaba la evidencia de un maizal salvado, sino también una valiosa lección sobre la importancia de superar los problemas entendiendo a los demás. La familia había enfrentado desafíos aparentemente insuperables con los cuervos voraces, pero fue la empatía y la creatividad de Pedrito lo que marcó la diferencia.

La reflexión en la experiencia de los González nos recuerda que, en muchos casos, la solución a nuestros problemas no radica simplemente en la resistencia o la confrontación, sino en la capacidad de comprender a quienes consideramos adversarios. Los cuervos, en lugar de ser solo una amenaza, resultaron ser seres inteligentes con sus propias necesidades y deseos.

En un mundo donde las diferencias a menudo nos dividen, la historia de los González nos enseña a buscar soluciones que fomenten la comprensión mutua. Al disfrazar a los espantapájaros como cuervos, la familia demostró un deseo genuino de entender la perspectiva de sus visitantes alados. Este gesto de empatía no solo salvó su cosecha, sino que transformó una situación conflictiva en una oportunidad para la coexistencia pacífica.

Reflexión #2

La historia de los González en Massini no solo nos ofrece una lección sobre la importancia de la empatía, sino que también nos invita a reflexionar sobre la sorprendente naturaleza de los cuervos que, al final, resultaron ser seres sociables y juguetones.

Los cuervos, en muchas culturas, han sido a menudo malinterpretados como aves carroñeras y siniestras. Sin embargo, al observar su comportamiento en la granja de Massini, se revela otra faceta de su personalidad.

En primer lugar, los cuervos son conocidos por su inteligencia excepcional. Son capaces de resolver problemas, utilizar herramientas y aprender de su entorno de manera sorprendente. Su naturaleza social se basa en la formación de fuertes lazos familiares y comunitarios. En el caso de Massini, los cuervos no solo eran una banda de aves voraces; eran una comunidad que respondió al intento de comprenderlos.

La juguetonería de los cuervos también tiene raíces en su inteligencia y su deseo de explorar el mundo que les rodea. Muchas veces, estos comportamientos lúdicos no solo son una forma de pasar el tiempo, sino también de aprender y perfeccionar habilidades esenciales para su supervivencia.

Poema

En Massini, cuervos danzan en el aire,
Maizal salvado, un cuento ejemplar.
González y aves, un lazo a tejer,
Empatía, juego, un pacto singular.

Espantapájaros, primero en vano,
Pintados de cuervo, cambio a hermano.
Lección revela, en alas y plumas,
Comprendiendo a otros, el lazo se suma.

Entre risas de cuervos, un pacto sellado,
El maizal florece, en paz transformado.
En Massini, un cuento de entendimiento,
Donde la empatía es el mejor cimiento.

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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