Había una vez una simpática señora llamada Manuela, que decidió cumplir su sueño de viajar en avión por primera vez. Se subió emocionada a bordo de un gran avión que volaba entre nubes esponjosas y cielos despejados. Todo parecía ir perfecto, hasta que, de repente, las nubes se oscurecieron y empezó a tronar.
Cada rayo que iluminaba el cielo asustaba más a Manuela.
Miró por la ventana con los ojos muy abiertos y, preocupada, llamó al capitán del avión. El Capitán era un hombre experimentado y tranquilo, con una sonrisa siempre lista para calmar a los pasajeros.
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—Capitán —preguntó Manuela—, si le cae un rayo al motor número 4, ¿qué pasaría?
El capitán sonrió, sin perder la calma.
—No se preocupe, señora. Nuestro avión está diseñado para volar perfectamente con tres motores si uno falla.
Manuela asintió, pero seguía nerviosa. Entonces, volvió a preguntar:
—¿Y si otro rayo le cae al motor número 3?
—Ah, en ese caso, con dos motores aún podemos volar a toda máquina y llegar bastante lejos —respondió el capitán, tan tranquilo como siempre.
Pero la curiosidad de Manuela no se detenía, y el miedo seguía en su mente. Así que preguntó de nuevo:
—¿Y si un rayo más golpea el motor número 2?
—No se preocupe, señora Manuela —respondió el capitán, con una mirada confiada—. Con un solo motor podríamos llegar al aeropuerto más cercano sin problemas.
Manuela empezaba a sentirse mejor, pero había una última pregunta que no podía dejar de hacer.
—Capitán, ¿y si un rayo golpea ese último motor? —preguntó con voz temblorosa.
El capitán, sin perder su sonrisa, respondió:
—Bueno, si eso pasa, sacamos un motor de repuesto, lo ponemos a funcionar, ¡y seguimos hasta llegar a la ciudad más cercana!
Manuela abrió los ojos sorprendida, pero todavía no estaba del todo convencida. Así que, con una sonrisa nerviosa, preguntó:
—¿Y si otro rayo le cae a ese motor de repuesto?
El capitán rió suavemente y le respondió con serenidad:
—Pues sacamos un segundo motor de repuesto, lo instalamos, ¡y seguimos volando hasta encontrar un lugar perfecto para aterrizar!
Manuela, ya un poco más tranquila pero confundida, se quedó pensativa un momento, y luego le preguntó al capitán:
—Capitán… ¿de dónde saca usted tantos motores de repuesto?
El capitán, con una sonrisa cómplice, le respondió:
—Del mismo lugar donde usted está sacando tantos rayos.
Ambos se echaron a reír, y Manuela, comprendiendo la broma, se relajó y disfrutó el resto del vuelo. El avión aterrizó sin problemas, y Manuela nunca olvidó aquella aventura con el capitán de los motores mágicos.
Desde ese día, Manuela siempre contaba su historia con una sonrisa, asegurando que no hay problema tan grande que no se pueda resolver con un poco de humor y tranquilidad. ¡Y claro, con uno que otro motor de repuesto!
Reflexión
Este cuento nos ofrece una lección valiosa sobre cómo enfrentar las situaciones de incertidumbre y miedo. A través del personaje de Manuela, vemos cómo el temor puede nublar nuestro juicio, haciéndonos imaginar escenarios cada vez más catastróficos. Sin embargo, la actitud tranquila y humorística del capitán nos recuerda que, muchas veces, la manera en que percibimos los problemas es clave para superarlos.
La respuesta ingeniosa del capitán, sacando «motores de repuesto» al mismo ritmo que Manuela imagina rayos, nos muestra que mantener la calma y adoptar una perspectiva más ligera puede ayudarnos a navegar incluso los momentos más tensos. El humor en situaciones difíciles no solo alivia el estrés, sino que también nos permite ver que no todo es tan grave como parece.
Además, la confianza del capitán nos enseña la importancia de tener fe en que siempre habrá una solución, aunque no la veamos de inmediato. En la vida, como en el vuelo de este cuento, no podemos controlar las tormentas ni los rayos, pero sí podemos decidir cómo reaccionar ante ellos.