Giselle era una joven gaviota alegre, que adoraba volar por la costa y pescar entre las olas. Un día, escuchó a unas amigas hablar emocionadas sobre algo llamado “Instagram”. Curiosa, les pidió que le explicaran, y al rato ya tenía su propia cuenta.
Pronto descubrió un océano de fotos increíbles. Las gaviotas más populares aparecían volando a alturas impresionantes, pescando enormes peces y visitando lugares exóticos.
Giselle se sintió pequeña al verlas. “¡Mira a esta gaviota! Ha pescado el pez más grande que he visto. Y aquí, ¡esta otra parece estar volando hasta el sol!” pensó. Sin darse cuenta, comenzó a sentir que su vida era aburrida.
** Cuento recomendado ** : La piscina de cocodrilos
Con el tiempo, Giselle empezó a pasar menos horas disfrutando de sus vuelos y más horas revisando el perfil de otras gaviotas. Quería conocerlas, aprender sus secretos, y tal vez entender por qué parecían tener una vida tan fabulosa.
Un día, Giselle decidió visitar a algunas de las gaviotas que tanto admiraba en Instagram. La primera fue una gaviota famosa por pescar los peces más grandes. Al encontrarla, Giselle notó que su amiga se veía cansada y agotada.
—Hola, vi tus fotos. Son increíbles —dijo Giselle—. ¡Tienes los mejores peces!
La gaviota suspiró.
—Es cierto, pero para capturar esos peces, debo volar más lejos y esforzarme mucho. A veces paso días enteros sin pescar nada y regreso a casa agotada. Mis fotos muestran esos momentos, pero no siempre reflejan la realidad.
Giselle quedó sorprendida y se despidió de ella, pensativa. Luego decidió visitar a otra gaviota famosa por sus fotos en lugares hermosos. Cuando la encontró, esta gaviota estaba posada en una roca, mirando al horizonte con una expresión algo triste.
—¡Tus fotos son hermosas! —comentó Giselle—. Has estado en todos los lugares que sueña una gaviota.
La gaviota sonrió con melancolía.
—Es cierto, pero volar tanto de un lado a otro es agotador. Paso tanto tiempo viajando que a veces me siento sola. Mis fotos muestran los lugares, pero no capturan la soledad que siento en el camino.
Giselle se dio cuenta de que tal vez no todo era tan perfecto como parecía en las fotos. Su último destino fue visitar a una gaviota conocida por sus vuelos altos y acrobacias en el aire. La encontró descansando en la playa, con las alas dobladas cuidadosamente.
—¡Tus fotos volando son espectaculares! —exclamó Giselle—. ¡Pareces la gaviota más valiente de todas!
La gaviota la miró y rió suavemente.
—Sí, me gusta volar alto, pero a veces también da miedo. He tenido caídas y momentos difíciles que nunca aparecen en las fotos. Solo ves lo mejor, pero detrás de cada foto, hay horas de práctica y muchas veces, algunos golpes.
Giselle se despidió y regresó a su roca en la costa. Todo lo que había aprendido le dio una nueva perspectiva. Esas gaviotas eran fuertes y talentosas, sí, pero sus vidas no eran tan perfectas como Giselle pensaba al ver sus fotos.
Ahora entendía que las imágenes en Instagram eran solo un vistazo de la vida de cada una, no mostraban todo el esfuerzo, la soledad ni las dificultades que también existían detrás.
Con una sonrisa, Giselle decidió que, en adelante, disfrutaría cada momento de su propia vida. Empezó a volar con más alegría, sintiendo el viento y el sol, sin compararse ni intentar ser como las otras. De vez en cuando compartía una foto de su día en Instagram, pero ya no lo hacía para impresionar, sino para mostrar su amor por el simple placer de volar y ser ella misma.
Desde entonces, Giselle vivió feliz y enseñó a muchas otras gaviotas que la verdadera belleza no estaba en la foto perfecta, sino en disfrutar cada instante de sus propias aventuras.
Reflexión
La historia de Giselle, la joven gaviota, es una reflexión sobre cómo Instagram y otras redes sociales pueden fomentar la comparación social, llevando a que las personas (o, en este caso, gaviotas) se sientan insuficientes al ver solo una versión editada y cuidadosamente seleccionada de la vida de otros.
Esta plataforma, como otras, está llena de momentos perfectos: logros, destinos soñados, experiencias emocionantes… pero, como Giselle descubre, estos momentos no reflejan la totalidad de la vida de quienes los publican. Detrás de cada foto, a menudo, hay esfuerzo, dificultades, soledad y momentos de inseguridad que no suelen aparecer en los perfiles.
Al igual que la gaviota, muchas personas hoy en día pasan mucho tiempo en redes sociales, y es común que, al ver el “éxito” de otros, empiecen a pensar que su propia vida es menos interesante o valiosa.
Esto puede llevar a sentimientos de frustración, tristeza e incluso a perder la capacidad de disfrutar lo cotidiano. Instagram, al presentar solo las partes “bonitas” de la vida, puede dar la ilusión de que todos los demás están mejor, más felices o más realizados, lo que alimenta la comparación constante y la insatisfacción.