Había una vez un rinoceronte blanco llamado Rinotti. Era grande y pesado, pero lo que más le gustaba en el mundo era explorar la selva. Caminaba por diferentes zonas, siempre curioso y dispuesto a descubrir nuevos lugares emocionantes.
Un día, mientras deambulaba por la espesura del bosque, algo llamó su atención. Un arbusto se entrelazaba entre los árboles y parecía conectar con una gran cueva. Rinotti, decidió entrar en la cueva para explorar lo que se escondía en su interior.
Sin embargo, a medida que avanzaba en la oscuridad de la cueva, sus ojos, que ya no eran tan buenos como antes, le jugaron una mala pasada. Tropezó y, en su torpeza, chocó con las paredes. Un estruendo resonó por la cueva, y una gran piedra se desprendió de la entrada, bloqueando la salida. Rinotti estaba atrapado.
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Desesperado, el rinoceronte intentó mover la pesada piedra una y otra vez, pero era inútil. Se dio cuenta de que estaba atrapado en lo más profundo de la cueva, sin esperanza de escapar por sí mismo.
Pero la cueva no era un lugar desprovisto de posibilidades. Después de seguir un pasillo, Rinotti llegó a una especie de gruta que, aunque cerrada por todos lados, tenía una cavidad al aire libre. Desde allí, podía ver el cielo y las nubes pasar.
Fue en ese momento cuando escuchó una voz familiar. «¡Hey, qué haces ahí dentro de esa cueva horrorosa!» Era su amigo Lazarillo, un ave que siempre había estado a su lado para advertirle cuando había peligro en la selva.
Rinotti respondió con urgencia: «¡Estoy atrapado! ¡Necesito ayuda para salir!»
Sin perder un segundo, Lazarillo decidió llamar a sus compañeros. Pronto, miles de pájaros de todas las formas y tamaños se unieron al esfuerzo de rescate. Juntos, tejieron una rama de ortiga debajo de Rinotti y comenzaron a jalar con todas sus fuerzas.
El gran rinoceronte blanco comenzó a elevarse lentamente hacia el cielo. Los pájaros trabajaron incansablemente, decididos a salvar a su amigo. Con esfuerzo y perseverancia, lograron su cometido.
Finalmente, Rinotti fue liberado de su prisión en la cueva. Estaba emocionado y agradecido. Miró a los valientes pájaros que habían arriesgado tanto para ayudarlo. Como muestra de su agradecimiento, decidió guardar la rama de ortiga como un recuerdo de ese día.
Reflexión
Rinotti y sus amigos habían vivido una emocionante aventura en la selva, y aunque todo había terminado bien, la experiencia les dejó una importante reflexión. Mientras contemplaban el hermoso paisaje de la selva y la valentía de los pájaros que habían ayudado a Rinotti, Lazarillo habló con solemnidad:
«Estamos felices de haberte rescatado, pero no podemos ignorar una verdad importante. Los rinocerontes blancos como tú están en peligro de extinción en el mundo real. Los cazadores furtivos buscan tus cuernos, que desean por su valor en el mercado negro. Esto pone en riesgo la existencia de tu especie».
Rinotti asintió con tristeza. Sabía que lo que decía Lazarillo era cierto. La caza furtiva y la destrucción de su hábitat eran amenazas reales que enfrentaban los rinocerontes blancos en la vida real. Se dio cuenta de que tenía la responsabilidad de concienciar a otros sobre la importancia de proteger a su especie y a todas las criaturas en peligro.