Una rana llamada Pomona,
remaba en su balsa de goma.
Rumbo a Roma iba contenta,
con el viento que la alienta.
Recogía rosas raras,
de colores que encantaban.
Rosas verdes y azules,
que olían a miel y nubes.
Mientras remaba con calma,
recitaba rimas con el alma:
«Rosas bellas yo recojo,
y a Roma pronto me alojo».
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La corriente la empujaba,
y Pomona nunca se cansaba.
«Voy a Roma, la ciudad dorada,
a mostrar mi florada encantada».
Las ranas del lago asomaban,
y a Pomona aplaudían y admiraban:
«¡Qué valiente es nuestra amiga,
con rimas que siempre nos abrigan!»
Al llegar al fin a Roma,
con su balsa y su rosa en la palma,
Pomona sonrió emocionada,
su misión estaba lograda.
«Roma me recibe a lo grande,
y mi viaje no fue en balde.
Con rosas raras y rimas fuertes,
he cruzado mares sin perderme».
Así Pomona se quedó,
y en Roma feliz vivió.