Había una vez un lindo pez globo con grandes ojos azules llamado Yanli.
Vivía en las profundidades de un mar tropical y cálido, donde las aguas eran cristalinas y el sol siempre brillaba. Sin embargo, a pesar de su belleza y sus ojos curiosos, Yanli se sentía solo y triste. Era un pez globo, y su forma redonda lo hacía moverse con mucha lentitud, mientras que los demás peces iban y venían a diferentes lugares con rapidez.
Un día, mientras Yanli nadaba cerca de un arrecife de coral, vio pasar una gran manada de peces voladores. Uno de ellos, más amigable que los demás, le gritó: «¡Hermano Yanli, haremos una parada aquí para descansar de nuestra travesía!» Los peces voladores eran conocidos por sus viajes aventureros y su espíritu amigable.
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Yanli se acercó, curioso por saber más. Los peces voladores le contaron emocionados que se dirigían a un lugar desconocido donde una gran cueva estaba cubierta de un misterioso plancton luminoso. La manada completa invitó a Yanli a unirse a ellos y prometieron ir más lento para que Yanli no se quedara atrás.
Emocionado por la perspectiva de una nueva aventura y la posibilidad de hacer amigos, Yanli aceptó la invitación. Al día siguiente, la manada de peces voladores y Yanli comenzaron su viaje hacia la cueva soñada. Aunque el viaje era largo y extenuante, Yanli se sintió feliz de estar acompañado y de compartir esta emocionante experiencia.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegaron al lugar. La gran cueva estaba cubierta completamente con una especie de planta luminosa y pegajosa que emitía un resplandor mágico. Mientras los otros peces voladores jugaban y curioseaban alegremente, Yanli empezó a sentir hambre y decidió probar la planta.
Pero, al probarla, Yanli comenzó a sentirse mal. La manada se dio cuenta de inmediato y lo sacó de allí, gritando: «¡No comas de esa planta, es tóxica!» Gracias a la rápida acción de sus nuevos amigos, Yanli fue llevado a un lugar seguro.
Pasaron los días, y poco a poco, Yanli se recuperó por completo. De vuelta en su hogar, la manada de peces voladores le prometió a Yanli que la próxima aventura sería divertida y con un final feliz. Yanli sonrió y les respondió: «La próxima vez no seré tan glotón.»
Desde ese día, Yanli no se sintió solo ni triste. Siempre recordaría su emocionante viaje y aprendería que la verdadera riqueza de la vida radica en la amistad y la prudencia.
Reflexión
Yanli y sus nuevos amigos se enfrentaron a un problema grave: la contaminación del océano. El agua, que antes solía ser cristalina y pura, ahora estaba teñida de plástico y otros tóxicos. Yanli había visto cómo bolsas de plástico flotaban peligrosamente cerca de su hogar, y sus amigos peces voladores le contaron sobre los desechos que se acumulaban en el océano, atrapando a peces inocentes y contaminando su entorno. Aprendieron que los peces, incluyendo los de su propia especie, a menudo confundían los desechos plásticos con comida, lo que resultaba en daños para su salud y la del ecosistema marino.