Había una vez un excéntrico millonario llamado Don Marcelo, quien vivía en una enorme mansión llena de cosas sorprendentes. Le encantaba organizar grandes fiestas para mostrar todas sus increíbles pertenencias a los invitados. Un día, decidió que haría una fiesta aún más espectacular.
La mansión estaba decorada con luces de colores y mesas llenas de deliciosos manjares. Los invitados, vestidos con sus mejores ropas, admiraban cada rincón de la casa. Don Marcelo tomó un micrófono y llamó la atención de todos:
—¡Amigos, bienvenidos a mi humilde hogar! —dijo con una gran sonrisa—. Hoy quiero mostrarles algunas de mis cosas favoritas. ¡Miren a mi derecha!
Todos los invitados voltearon y vieron una colección de autos de lujo. Eran brillantes y de todos los colores.
—¡Es mi colección de autos! Tengo más de 20 Ferraris diferentes —anunció Don Marcelo.
Los invitados comenzaron a aplaudir y a tomar fotos, maravillados por los autos.
—Ahora, a mi izquierda —continuó Don Marcelo—. ¡Aquí está mi colección de aviones! Desde aviones antiguos de la Primera Guerra Mundial hasta los más modernos.
Los aplausos se hicieron aún más fuertes, y algunos invitados se quedaron boquiabiertos de asombro.
—Pero eso no es todo —dijo Don Marcelo con una mirada traviesa—. Justo aquí, frente a ustedes, tengo una piscina llena de cocodrilos africanos.
Todos los invitados se quedaron en silencio, mirando con curiosidad la gran piscina donde los cocodrilos nadaban perezosamente. Don Marcelo sonrió.
—Les propongo un reto —anunció—. Quien sea capaz de atravesar esta piscina recibirá una de mis colecciones, ¡a elegir entre los Ferraris o los aviones!
No había terminado de hablar cuando, de repente, un hombre saltó a la piscina sin pensarlo dos veces. ¡Era un valiente invitado! Al instante, los cocodrilos se lanzaron sobre él, pero el hombre no se rindió. Pataleaba, golpeaba, y se defendía con todas sus fuerzas.
Los cocodrilos intentaron morderlo y arrancarle la ropa, pero el hombre seguía luchando, empujándolos con cada movimiento. La batalla duró lo que parecieron horas, pero al cabo de un rato, el hombre salió de la piscina, lleno de heridas pero muy orgulloso.
Don Marcelo lo miró con admiración.
—¡Impresionante! ¡Increíble! —gritó Don Marcelo, y los invitados comenzaron a aplaudir emocionados—. Te lo has ganado, ¡puedes elegir uno de mis regalos! ¿Te gustaría que te enviara los Ferraris?
El hombre, respirando con dificultad, negó con la cabeza.
—No quiero los Ferraris —dijo, para sorpresa de todos.
—Bueno, entonces… ¿prefieres los aviones? —preguntó Don Marcelo, aún más intrigado.
—Tampoco quiero los aviones —respondió el hombre.
Don Marcelo estaba muy confundido.
—¿Entonces qué quieres? —preguntó, ya un poco frustrado.
El hombre, empapado y lleno de moretones, miró a su alrededor y, con una voz decidida, dijo:
—Lo que quiero saber es… ¿quién fue el que me empujó a la piscina?
Toda la fiesta estalló en carcajadas, y el misterioso valiente se convirtió en el héroe de la noche. Aunque nunca descubrió quién lo empujó, ¡al menos se ganó el respeto de todos los invitados!
Y así, la fiesta de Don Marcelo fue recordada como la más divertida y emocionante de todas.
Reflexión
Este cuento chistoso nos invita a reflexionar sobre la manera en que, a veces, nos enfrentamos a retos inesperados. El invitado que cae en la piscina llena de cocodrilos representa a cualquiera de nosotros cuando, sin querer, somos empujados a situaciones difíciles.
En esos momentos, no se trata de elegir premios o recompensas, sino de salir adelante y, más importante aún, descubrir qué nos ha llevado a esa circunstancia.
La actitud del invitado también refleja cómo, en muchas ocasiones, las personas nos admiramos por lo que los demás tienen —como los Ferraris o los aviones del millonario—, pero, al final, lo que más valoramos es la verdad y la justicia.
No se trata de acumular riquezas o buscar reconocimiento, sino de entender quién o qué está detrás de nuestros desafíos y cómo podemos enfrentarlos con valentía.
Además, el humor en este cuento nos enseña a no tomarnos la vida demasiado en serio. A veces, incluso en las situaciones más complicadas, es mejor reír, aprender de la experiencia y seguir adelante. En la vida, el verdadero valor no siempre está en lo que podemos ganar, sino en las lecciones que aprendemos y en encontrar a quienes están a nuestro lado, ya sea para ayudarnos… o para empujarnos.