Cuentini

El vendedor de quesos

En una antigua fábrica de quesos, escondida entre las colinas de Ratonia, vivía Remi, un ratón soñador que trabajaba entre enormes ruedas de queso. Pasaba sus días envolviendo quesos, etiquetando quesos y, de vez en cuando, mordisqueando pequeños trozos. Pero aunque amaba el queso, su verdadera pasión era otra: quería ser el mejor vendedor de quesos del mundo.

La fábrica estaba llena de diferentes tipos de queso: cheddar, mozzarella, roquefort, y muchos más. Pero por más que Remi intentaba venderlos a otros ratones que pasaban por ahí, ninguno se interesaba.

Un día, mientras limpiaba las vitrinas, su amiga Lola, una ratoncita inteligente que siempre llevaba gafas, lo visitó.

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—Remi, ¿cómo va la venta de quesos? —preguntó Lola, mientras miraba la tienda vacía.

Remi suspiró y se apoyó en una gran rueda de queso parmesano.

—No muy bien, Lola. Tengo los mejores quesos de toda la región, pero parece que a nadie le importa. No sé qué hacer.

Lola lo miró con curiosidad y dijo:

—¿Has pensado en contar historias sobre los quesos?

Remi la miró, confundido.

—¿Historias? ¿De quesos? ¿Cómo funcionaría eso?

Lola sonrió.

—A los ratones les encanta soñar, Remi. Si les cuentas una historia sobre lo que hace especial a cada queso, puede que los conquistes. Vender no es solo ofrecer un producto, es hacer que los demás se conecten con él.

Remi pensó en lo que dijo Lola y decidió probarlo. Al día siguiente, cambió su estrategia. En lugar de simplemente ofrecer los quesos, les contaría historias emocionantes sobre cada uno.

La primera en entrar fue Mía, una joven ratoncita muy curiosa que siempre exploraba la fábrica.

—Hola, Remi —dijo Mía—. ¿Qué tienes hoy?

Remi tomó un trozo de mozzarella y, con una sonrisa, dijo:

—Este no es un simple queso mozzarella, Mía. Es el queso de las fiestas ratoniles en la antigua Ratonia Italiana. Se dice que este queso hacía que los ratones saltaran de alegría, organizando los bailes más animados en los grandes salones de queso. Solo un pequeño bocado y no podrás parar de sonreír. ¡Era el queso de los momentos felices!

Mía escuchaba con los ojos muy abiertos, como si estuviera hipnotizada. Tomó un trozo y lo mordió. De repente, sus bigotes se movieron y comenzó a gritar:

—¡Queso! ¡Queso! ¡Queso! —y salió corriendo de la tienda, repitiendo «¡queso!» por todo el lugar. Desde ese momento, no paraba de decirlo, como si la historia de Remi la hubiera encantado.

A medida que pasaban los días, más ratones comenzaron a visitar la fábrica solo para escuchar las historias de Remi. Don Félix, un ratón anciano, fue el siguiente en probar el queso cheddar. Remi le contó cómo era el queso de los navegantes valientes, y Don Félix se fue sonriendo con una gran rueda de queso en la espalda.

Cada queso tenía una historia especial, y cada cliente se llevaba no solo un delicioso queso, sino también una aventura en su mente. Los ratones de toda Ratonia comenzaron a hablar de Remi y de sus historias, y pronto su pequeño rincón en la fábrica se convirtió en el lugar más famoso para comprar queso.

Una tarde, después de un día de éxito en ventas, Remi vio que Lola había vuelto.

—Bueno, parece que tus historias están funcionando —dijo ella con una sonrisa, mientras se acercaba a los estantes.

—¡Y todo gracias a ti, Lola! —dijo Remi—. Pero espera, todavía no te he contado la historia de este queso.

Tomó un trozo de queso especial, uno que había guardado solo para ocasiones únicas: un queso camembert que brillaba bajo la luz tenue de la tienda.

—Este queso, Lola, es el más especial de todos. Solo lo comían los ratones reyes de Ratonia durante los banquetes de la luna llena. Se decía que tenía el poder de hacer que cada bocado fuera más delicioso que el anterior, hasta el punto de que no podrías resistir comerlo todo. ¿Te atreverías a probarlo?

Lola lo miró, intentando resistir la tentación. Pero, después de un largo suspiro, tomó el trozo de queso.

—Está bien, Remi, me has convencido.

Con una sonrisa traviesa, mordió el queso y, al instante, sus ojos brillaron.

—Tienes razón —dijo—, ¡es irresistible!

Y así, hasta Lola, la ratoncita que había dado el mejor consejo, se rindió ante el poder de las historias de Remi. Desde entonces, no solo fue el mejor vendedor de quesos, sino también el ratón que enseñó a todos que las mejores ventas comienzan con una buena historia.

Reflexión

Este cuento infantil refleja una valiosa lección sobre el arte de vender, más allá del simple intercambio de productos. Remi, el ratón vendedor de quesos, representa a alguien que, a pesar de tener el mejor producto, enfrenta dificultades para conectar con sus clientes.

A través de su amiga Lola, descubre que vender no se trata solo de ofrecer algo, sino de crear una conexión emocional entre el producto y el cliente.

La historia nos enseña que las personas (o en este caso, los ratones) no compran solo objetos, sino también experiencias, emociones y sueños. Contar una historia sobre un producto, en este caso el queso, hace que el comprador se sienta parte de algo más grande, algo mágico. El queso deja de ser simplemente un alimento para convertirse en un símbolo de aventura, tradición o felicidad.

Además, esta reflexión resalta la importancia de la creatividad en las ventas. Remi, al usar su imaginación, transforma su negocio y se destaca no solo por el producto, sino por cómo lo presenta. Esto demuestra que el éxito muchas veces depende de cómo logramos diferenciar nuestro enfoque, conectando con las emociones y deseos más profundos de las personas.

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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