Cuentini

El comediante perdido

El comediante subió al escenario con una gran sonrisa. ¡Era su gran oportunidad! Estaba en el Festival de la Risa, un evento famoso por reunir a los mejores humoristas.

—¡Buenas noches, público hermoso! —dijo con entusiasmo.

Pero nadie respondió. Ni un “buenas noches” de cortesía. Nada.

Empezó con sus mejores chistes. Contó el de la gallina que cruzaba la calle, el del perro filósofo, hasta su infalible chiste sobre una vaca en una tienda de ropa. Pero el público seguía en silencio. Solo se escuchaban toses y algún bostezo.

Intentó algo nuevo. Se puso un bigote falso, bailó como un pato, incluso sacó un globo y lo convirtió en un perrito. Nada.

Alguien del público gritó:

—¡Cuenta algo gracioso!

El comediante tragó saliva. ¡Pero si todo lo que había dicho era gracioso!

Entonces probó otra táctica. Se tropezó “accidentalmente” con el micrófono y rodó por el escenario. Pero en vez de carcajadas, escuchó abucheos.

—¡Buuuu! —gritó la multitud.

El pobre comediante empezó a sudar.

—¡Esto es un desastre! —pensó—. ¡Voy a ser el primer comediante en la historia en hacer reír a cero personas!

Miró el reloj. Solo faltaba un minuto para que terminara su tiempo en el escenario. Resignado, suspiró y murmuró sin ganas:

—Bueno, al menos me queda mi último chiste… ¿Sabían que las tortugas pueden volar si nadie las está mirando?

Hubo un silencio absoluto.

El público se quedó congelado. Todos se miraban unos a otros, frunciendo el ceño.

—¿Qué? —murmuró alguien en la primera fila.

De repente, un niño soltó una carcajada. Luego, otro. Luego, todo el público explotó en risas.

—¡JAJAJAJAJAJA! ¡Las tortugas voladoras!

Gente cayéndose de sus sillas, lágrimas de risa, hasta el presentador del festival lloraba de tanto reír.

El comediante no entendía nada.

—¿Pero qué pasó? ¿Por qué esto sí fue gracioso?

No lo sabía. Y al parecer, el público tampoco. Pero no importaba. ¡Había logrado lo imposible!

Esa noche, el chiste de la tortuga voladora se hizo famoso. Se escribieron canciones sobre él, la gente lo pintaba en murales, hasta un señor en la calle vendía camisetas con la frase: “Las tortugas pueden volar si nadie las está mirando”.

El comediante salió del festival como una leyenda.

Y aunque nunca entendió por qué ese chiste funcionó, aprendió una gran lección: a veces, la risa llega cuando menos la esperas.

FIN.

Reflexión

Este cuento nos recuerda que el humor es impredecible y que, muchas veces, la risa surge cuando menos lo esperamos.

El comediante intentó todo lo que sabía para hacer reír a su público, pero el éxito llegó con una frase absurda, espontánea y sin explicación lógica.

En la vida, ocurre lo mismo: nos esforzamos, planeamos y seguimos fórmulas esperando un resultado, pero a veces las cosas no salen como queremos.

Y, en cambio, cuando dejamos de intentarlo tanto, cuando nos relajamos y somos auténticos, las cosas fluyen de manera natural.

También nos enseña que el fracaso no es definitivo. Aunque el comediante pensaba que todo estaba perdido, un solo comentario cambió la historia.

Esto nos muestra que la perseverancia, la creatividad y un poco de locura pueden transformar cualquier situación.

Al final, el cuento nos invita a no tomarnos la vida tan en serio, a reírnos de lo inesperado y a aceptar que, a veces, la magia ocurre cuando dejamos de buscarla.

 

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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