Cuentini

El barquito en el río

El niño dobló con cuidado la hoja de papel. Primero las esquinas, luego el centro y, con un último pliegue, su barquito estaba listo. Lo sostuvo entre sus manos y lo observó con orgullo.

—Tienes un gran viaje por delante —le susurró.

Con delicadeza, lo colocó sobre el agua del río. La corriente lo tomó con suavidad, llevándolo poco a poco hacia lo desconocido.

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En su mente, el barquito no era solo de papel. Era valiente, con un corazón fuerte y un espíritu inquebrantable, igual que su familia cuando partieron de su hogar.

El agua comenzó a moverse más rápido, y el barquito tembló. De repente, una ola pequeña lo sacudió.

—No te rindas —le dijo el niño desde la orilla—. Sigue adelante.

El barquito recordó la noche en que dejó su puerto seguro. Había sido un adiós lleno de abrazos, promesas y lágrimas. El viento soplaba fuerte y el mar rugía. Pero él, igual que su familia, no podía detenerse.

Más adelante, el río se estrechó y aparecieron rocas afiladas. Cada una representaba un miedo, una incertidumbre. ¿Sería bienvenido en el nuevo lugar? ¿Encontraría amigos? ¿Aprendería a hablar como los demás?

El barquito esquivó las rocas con esfuerzo, pero una corriente brusca lo empujó hacia un remolino. Dio vueltas y vueltas, sintiendo que el agua lo quería hundir.

—No te rindas —le susurró el niño, con el corazón latiendo fuerte.

Recordó a su mamá y a su papá, que nunca dejaron de remar en su propia travesía. Habían cruzado mares y montañas, habían trabajado sin descanso, siempre con la esperanza de un futuro mejor.

El barquito encontró una salida y continuó su camino. La corriente se calmó, y frente a él apareció un puerto tranquilo.

El niño sonrió.

—Lo lograste.

El barquito flotó en aguas serenas, bañado por la luz dorada del atardecer. Había enfrentado olas gigantes y vientos fuertes, pero nunca perdió la esperanza.

El niño se arrodilló junto a la orilla, sintiendo en su pecho el mismo alivio que aquel día en que su familia llegó al nuevo país.

Acarició el agua con los dedos, dejando que el barquito siguiera su viaje.

—Ahora tienes un nuevo hogar.

Y mientras el barquito se alejaba, el niño supo que él también estaba listo para seguir adelante.

Reflexión

Este cuento es una metáfora conmovedora sobre la travesía que viven muchas familias al emigrar. El barquito de papel representa la fragilidad y la valentía de quienes dejan su hogar en busca de un futuro mejor.

Cada obstáculo en el río simboliza los desafíos que enfrentan los inmigrantes: la incertidumbre, el miedo a lo desconocido, la lucha por adaptarse a un nuevo idioma y una cultura diferente.

Al igual que el barquito, las familias inmigrantes enfrentan tormentas y remolinos que intentan arrastrarlos hacia la desesperanza. Sin embargo, la esperanza y la resiliencia los impulsan a seguir adelante, con la confianza de que al final encontrarán un lugar seguro donde echar anclas.

Este cuento nos recuerda la importancia de la empatía. Detrás de cada persona que llega a un nuevo país hay una historia de valentía, sacrificio y sueños. Como sociedad, podemos ser ese puerto tranquilo que acoge y brinda oportunidades.

Porque, al final, todos buscamos lo mismo: un hogar donde sentirnos seguros y libres para navegar.

Sonia Jerez

Escritora y conferencista con más 10 años de experiencia en la educación infantil y desarrollo creativo. Ha ganado varios premios internacionales.

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