Cuatro camarones por la costa paseaban,
cada camarón con su cría caminaban.
Camaroncito y camarón, en fila iban,
y cantando con calma, sonrisas compartían.
El primero en la fila, se llamaba Ramón,
y su hijo pequeño, era Simón.
Caminaban de lado, con mucha atención,
y al ritmo del mar, seguían la canción.
El segundo camarón era Pablo el cantor,
y con su camaroncito, cantaba mejor.
Sus pinzas chocaban, marcando el compás,
mientras las olas les hacían compás.
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Luego venía Clara, la camarona bailarina,
que con su hijita Vera, saltaba divina.
Giraban al son del viento marino,
sus pasos eran gráciles, todo era divino.
Por último estaba el gran Sebastián,
con su hijo Tomás, que no era un patán.
Caminaban tranquilos, mirando el cielo,
su canto llegaba al mar con gran desvelo.
Camarón y camaroncito, en fila seguían,
mientras el sol en el horizonte se escondía.
Y así, caminando y cantando en la arena,
vivían su vida sin ninguna pena.
Los cuatro camarones felices siguieron,
y con cada paso, nuevas canciones descubrieron.